Todos tenemos tiendas donde nos gusta estar especialmente. Reconozco que me gustan las ferreterías con todos esos cajoncitos de madera llenos de puntas y tornillos, y las tiendas de telas tan bien organizadas por colores, y las de lana, pero lo que me gusta más que nada son las papelerías.
Nada más entrar notas que tienen un olor especial, indefinible, que está compuesto por el olor de los primeros días de colegio, del tiempo en qué estrenabas lápices nuevos, libretas nuevas y libros nuevos, de cuando afilabas plastidecor sólo por el gusto de ver los bucles de colores que salían del afilalápices.
Las papelerías huelen a goma Nata que olía tan bien que daban ganas de comérsela, y tenías que darle un mordisco para comprobar que realmente no era comestible :-), huelen a pinturas Alpino con su ciervo y su paisaje donde esperabas ver salir a Heidi o a la familia de de Sonrisas y lágrimas con guitarra incluida, a block de dibujo donde ponías tu nombre con mucho cuidado y muy buena letra porque esperabas hacer los mejores dibujos del mundo.
Al olor de la plastilina, ese olor indefinible de la plastilina que olvidas y sólo recuperas cuando tienes hijos, a los bolígrafos Bic de cuatro colores que eran la máxima sofisticación que podía existir y que no podías resistirte a pulsar constantemente para que cambiasen de color lo más rápido posible, hasta que el profe te lanzaba una mirada asesina, porque lo que se dice silenciosos, silenciosos, no eran...
También huelen a página en blanco, a la ilusión de algo nuevo, de todo por hacer, por escribir, de empezar, porque en las papelerías siempre huele a nuevo.
Y aunque ahora ya no estreno curso cada año, cada vez que entro en una me gustaría comprármelo todo y tengo que controlarme para no hacerlo. Porque a todos estos productos que ya están casi metidos en mi ADN desde el colegio, se han unido otros nuevos: las libretas Moleskine, tan simples y tan perfectas, las troqueladoras y los whasi tapes a los que somos adictas mis hijas y yo, las cintas, pegatinas, la goma eva, las cartulinas de colores...
Así que para nosotros siempre hay una buena excusa para acercarnos a una papelería, y husmear y salir con algún capricho. Por eso llevamos tiempo siendo adictos a Carlin, las papelerías que puedes encontrar en casi cualquier lugar. Ya nos gustaban antes, pero desde hace un tiempo nuestra preferida del mundo mundial es esta, la del CUVI en Vigo, porque allí trabaja mi hermana y mi prima, así que es donde mejor os atenderán seguro :-).
Para nosotros, que nos gustan tanto las papelerías sido una suerte inmensa que ellas trabajen allí y una tentación muy grande también :-). Y aunque está un poco lejos de la ciudad, el CUVI es un buen lugar para desconectar y dar un paseo con los niños, a ellos les encanta esa especie de paisaje futurista que nos han dejado los arquitectos, y a nosotros tomarnos un café tranquilos inspeccionando nuestras nuevas adquisiciones, disfrutando de los bolis nuevos, del olor a nuevo y de las nuevas páginas en blanco.
AAAyyyyyyyy!! Adoro las papelerías!! ;) Muaacs
ResponderEliminarQue recuerdos los bolis de 4 colores , que intentabas bajar todos a la vez! Jejej
ResponderEliminarCierto!!! y cuando lo conseguías era un pequeño momento de gloria :-)
Eliminarjajaja, me sigue encantando todo lo que escribes, me siento tan identificada con el tema de los olores, la goma NATA que todas hemos mordido sabía fatal, cómo es posible que oliera tan bien?? y que decir de los libros.... cuando empieza el curso y hay que forrar esas montañas de libros y libretas; antes de empezar me paso un buen rato oliendolos... es horrible, lo sé. Y qué decir de las papelerías, me encantan, cuando voy de paseo con mi hija Alejandra ella ya va siempre dirigiendo sus pasos para acabar en en Yacarán...
ResponderEliminarja, ja, ja, toooodos la mordimos, era irresistible :-). Gracias por estar ahí!!!
ResponderEliminar